EJERCICIO
DE CONTACTAR EL ÁRBOL
Hoy al
Contactar el Árbol observamos que inicialmente podemos precipitarnos en
nuestras relaciones con los seres vivos, pero debemos tratarlos con mucha
sutileza como a nosotros mismos, y al resto de las criaturas con las que convivimos en el planeta, pues todos tenemos sentimientos y
debemos procurar tener nuestras relaciones saludables en el tiempo.
Sentí
profundamente que la armonía que buscaba en mi contacto con el árbol sólo se
podía lograr sobre la base de un profundo respeto. Armonía y respeto forman un
Tao, como libertad y responsabilidad.
En el
segundo ejercicio con el mismo árbol, me inundó otra sensación, la del cuidado con
el cual debía realizarse todo el ejercicio, desde su inicio, hasta su final.
También, que el árbol estaba bajo mi cuidado, e, igualmente, yo estaba bajo su
cuidado; nos cuidábamos mutuamente, y, basado en el respeto que ofrecíamos, nos
abrimos a la armonía, mientras duró el ejercicio, y más allá.
Nelson
Díaz
14-05-24
LA LLAMADA
Hace unas dos semanas, estábamos realizando ejercicios
con los árboles que están entre Las Corocoras y el Planetario, en el Parque del
Este. Todos los alumnos habían escogidos sus árboles, como mangos y ceibas,
entre otros. Dado que tenían que tocar a los árboles, los jabillos, por las
espinas en sus troncos, fueron los únicos no recomendados, junto a los árboles
demasiado jóvenes o muy viejos, por otras razones.
Dirigía el ejercicio moviéndome hacía uno u otro u otro
participante, desperdigados todos por el terreno circundante. Al girar para
dirigirme a otro practicante, sentí que un árbol me llamó. Me detuve a
contemplarlo y vi un rostro en su tronco. No se trató de una personificación
del espíritu del árbol. Más bien era un fenómeno de pareidolia, la
tendencia humana de ver rostros en las cosas, las piedras, el terreno, … los árboles.
Prometí hacer con ese árbol el ejercicio que estaban
realizando los practicantes en aquel momento, pero otro día. Ese día se
presentó el martes pasado (14-05). No sé si fue gracias a la “llamada” que me
hizo, que me fue muy fácil entrar en contacto con la energía, el alma, del
árbol. Pero al profundizar en el ejercicio, la energía del árbol me abrumó; me
colmó al punto de desbordarme. Esa plenitud me conmovió profundamente. Era como
si me transmitiera la dicha enorme y el poder de ser un árbol.
Por ignorancia y por pudor, es lo más que puede decir de
ese encuentro. Al terminar mi contacto con el árbol, tuve que cambiar los
ejercicios que tenía planificado para poder volver en mí y drenar ese caudal de
energía, y así poder llevar la clase a su cierre.
Muy agradecido por todo, señor árbol.
Roberto Chacón
(15-05-24)