miércoles, 27 de marzo de 2024

DIARIOS DE LOS DANZANTES DE LA ENERGÍA (Abril 24)

 

EL INCIDENTE DE LA CEIBA

Nijinsky, en su papel de Fauno

Ha pasado tiempo del episodio que ahora voy a contar. En principio, no encontraba como escribir sobre éste incidente, y, también consideraba que quizá no fuese pertinente hacerlo, por lo menos hasta que estuviese bien sedimentado en mi alma lo que me pasó aquella tarde de febrero.

 

En nuestras clases de Natura Chi Kung, en el Parque del Este caraqueño, hemos practicado un tipo de Caminata Chi Kung, que muchas veces dirigimos hacia la ceiba que llamamos coloquialmente, la Gran Madre, ubicada cerca de las plazoletas que están al oeste de las jaulas de las aves. Pero el día en cuestión, decidimos hacer la practica hacia otra ceiba, ubicada al este del restaurante Las Corocoras.

 

A la clase sólo acudió Oriana Silva, mi practicante más consecuente. Hicimos Chi Kung del Pilote (Zhan Zhuang) frente al árbol escogido, y luego iniciamos la Caminata Chi Kung cuya meta era la ceiba. No sé por qué, mientras la realizábamos, me vino a la mente la escena final de la película Billy Elliot: el portentoso salto del protagonista convertido en cisne, en la versión de El Lago de los Cisnes de Matthew Bourne. El cisne está vestido de pantalones emplumados hasta la rodilla, y luce un poco como un fauno mitológico. Por asociación de imágenes recordé los movimientos del fauno de Nijinsky, en la coreografía que hizo de El Preludio a la Siesta de un Fauno, de Debussy. Nuestra Caminata Chi Kung recuerda algo la forma de caminar de ese fauno.

 

Conforme me acercaba al árbol, fui centrándome cada vez más en los movimientos, la respiración y la ceiba cuya atracción comenzaba a sentir. Una vez que alcanzamos el tronco de la ceiba, la abrazamos amorosamente, y entonces…, algo ocurrió.

 

Fue sólo una fracción de segundo, en la que el tronco del árbol pareció hacerse líquido, como savia espesa, y rodearme cálidamente en una enorme burbuja. Por un instante el árbol me acogió en su seno, y sentí hondamente su vivir palpitante y frondoso. Al pasar aquella fugaz visión sobrecogedora, me abrumó la sacralidad inherente al momento. Un sentimiento de profundo agradecimiento al mundo vegetal y a la naturaleza toda, me conmovió, y pensé que, si cada hombre pudiese sentir lo mismo que estaba sintiendo en ese momento, pudiésemos detener de raíz la devastadora depredación que hacemos del mundo natural. Sentí entonces el impulso indetenible de pedirle perdón a la ceiba, y, a través de ella, a la madre naturaleza.

 

Seguidamente, me asusté hasta lo más hondo de mí. Temí estar alucinando. Todo aquello había ocurrido en cuestión de segundos, pero me parecía haber durado mucho más. Ahora me veía amenazado por una irrupción inesperada de horror sacro, de pánico, palabra que viene del dios Pan, un fauno, que representa la naturaleza salvaje y primitiva, el "todo".

 

Recuperé la serenidad concentrándome en la respiración. No quería que Oriana se diera cuenta de lo que me ocurría, aunque no podía verme por estar al otro lado del tronco del árbol. Recordé entonces el episodio de Turín: Nietzsche ve un cochero golpeando con un látigo a su caballo, que se rehúsa a moverse. Impresionado por la violencia del hombre y su cruel sed de dominio, corre para detener al cochero, y llorando abraza al caballo. Se dice que le pidió perdón al animal, por todos los crímenes perpetrados por el hombre contra las criaturas que tienen a bien habitar junto a él en este planeta. Luego se desplomó inconsciente. Se trata del incidente que dió inicio a la locura del gran filósofo alemán.

También se dice que murmuró "¡Madre, soy un tonto!". No creo que se haya referido a su progenitora, sino más bien a la Madre Naturaleza, esa que en el neolítico veneraban como la Diosa Blanca, la Gran Madre.

 

De ese incidente, por cierto, se hizo una gran película: El Caballo de Turín, de Béla Tarr y Ágnes Hranitzky.

 

Con no poco esfuerzo recuperé la presencia de ánimo suficiente para retomar la clase y llevarla a su justo final. Luego, por primera vez, participe en las afamadas Caminatas Conscientes que dirige magistralmente María Eugenia (Mayu) Pisani. Pero debido al incidente de la ceiba, la hice algo extrañado de mí mismo, entre fascinado por la naturaleza y el recorrido, y, al mismo tiempo distante, como el que viene, extraviado, de muy lejos y de otro tiempo.

 

En algún momento dije algo muy superficial sobre el asunto a Oriana, buscando excusar cualquier extrañeza en mi comportamiento que ella pudiese haber notado. Hasta la composición de este escrito, nunca volví a hacer referencia alguna del incidente de la ceiba. Me lo guardé para mis adentros, pero no para olvidarlo, sino esperando el momento en que estuviese listo para ser llevado al verbo y, así, finalmente compartido.

 

Roberto Chacón

27-03-2024


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CHI KUNG DE LOS ÁRBOLES...

 

Girar tres veces y encontrar mi árbol...Lo descubrí, gracioso con una barriguita en el centro. Quise recostar mi cuerpo en él, sin embargo, creo que exigió un abrazo...

 

Desde una primera interpretación, quizás emocional…, sentí que hay veces que quiero el cobijo del otro y me resuelva la vida.  Entonces, ese otro grita: por favor acurrúcame.

 

En el segundo encuentro con mi árbol, fue estar frente a él con una mirada de cierta distancia.  Me mantuvo en un vínculo horizontal.

 

Luego fui a acurrucarme en mi Nogal de la India de siempre, al frente del Samán y fui feliz. "Quien no tiene quien lo mesa, saca una pata y se mese". Dicho de mi bisabuela Gertrudis.

 

Yajaira Figuera

Caracas, ,4 de abril de 2024

 

DIARIOS DE LOS DANZANTES DE LA ENERGÍA (Abril 24)

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